Identificá tus emociones y aceptalas
El miedo y la preocupación son emociones normales, no quieras no tenerlas pero tampoco las ahondes o regodees en ellas. En estos momentos, la ansiedad y la desazón son inevitables. Ocupar la cabeza en actividades que nos interesen y nos gusten puede ayudar a irrumpir ese torrente de pensamientos automáticos.
Informate dos veces al día
Debemos cuidar especialmente el exceso de información en estos tiempos. Es suficiente recurrir a fuentes oficiales y seguras, no más de dos veces al día: a primera hora y a última. El exceso o la sobreexposición solo incrementan nuestras emociones, debemos saber seleccionar lo que consumimos y dejar de lado aquella información que proviene de fuentes no calificadas.
Gestioná los pensamientos intrusivos
Es normal que aparezcan pensamientos no deseados o distorsionados, pero tratá de cuestionar su validez y buscar otros, menos catastróficos o apocalípticos. Desafiate a hablar de otros temas, no contribuyas a propagar el miedo con noticias falsas o de fuentes no reconocidas.
Tené una actitud positiva y objetiva
Afrontar este momento con una actitud positiva es clave para no caer. Esto te proporcionará mayor equilibrio y capacidad de acción a lo largo de cada jornada. No estamos haciendo esto porque nos lo imponen, sino para cuidarnos y entre todos salir adelante. Situaciones similares han sucedido en el pasado y hemos salido fortalecidos de ellas, sigamos las indicaciones de los expertos y tengamos esperanza.
Mantené el contacto con otras personas
Es fundamental no aislarse afectivamente. Por suerte, la tecnología nos permite estar en contacto permanente con nuestro círculo de afectos. Si vivís en familia, aprovechá a compartir esos momentos tan valiosos que a veces nos dificulta la rutina laboral. También, contactate con tus abuelos, tus amigos, tus colegas, y alentalos también a tener una actitud positiva ante el confinamiento.
Establecé rutinas firmes
La desorganización genera caos y el caos genera estrés. Organizá tu vida y la de la familia con rutinas y horarios que incluyan espacios de trabajo (como la higiene del hogar, la personal, preparación de alimentos), pero también de recreación y ocio. Construir rutinas proporciona seguridad, reduce la ansiedad y nos ayuda a ordenar el mundo exterior y nuestros pensamientos.
Procurá una actitud flexible, paciente y compasiva
Es posible, esperable y entendible que en un período de convivencia prolongado sucedan desencuentros y conflictos interpersonales, o se agudicen los problemas preexistentes. Recordá que no es este el momento de improvisar soluciones definitivas. Es necesario procurar una abundante dosis de actitudes flexibles, pacientes y compasivas, sin esperar soluciones mágicas. La ayuda profesional es un recurso a considerar finalizada la crisis, ya que como en todas las familias la convivencia forzada nos muestra que quizás necesitamos más ayuda de la que creemos.
Es momento de pasar de la competencia a la cooperación.
Con la convivencia intensificada se sobrecargan todas las tareas que hacen al cuidado y al sostén de la vida cotidiana y el mantenimiento del espacio compartido en buenas condiciones (de orden, limpieza y desinfección). Por lo cual es momento de cultivar actitudes más colaborativas, ofreciéndonos todos a aportar en dichas tareas todos los días, planificando las mismas de antemano.
*Fuente: Coordinadora de Psicólogos del Uruguay